A nuestra madre...

A nuestra madre la preñó el topo gigante una nochebuena del siglo pasado. Mis hermanas y yo entramos en su habitación a primera hora de la mañana y todo lo que encontramos fue una cama inusualmente revuelta, y a nuestra madre dormida con los ojos abiertos.
Desnuda y en cruz.
Un montículo de tierra junto a la cama puso el grito en el cielo de todas mis hermanas.

El décimo primer día del noveno mes nació nuestro hermanito, el primer y único varón de nuestra familia, pero, ni siquiera esto sacó a nuestra madre de su letargo. Desde aquel día no nos reconoce ni a mis hermanas ni a mí, y de no ser porque la tenemos vigilada o atada día y noche, para que no se nos escape al jardín, día y noche la veríamos arrastrarse por la hierba y cavar agujeros aquí,allá, hasta cansarse de aquí, y volver a empezar tres pasos más adelante.

A nuestro hermano esto parece gustarle con malicia, y en cuanto nos descuidamos desata a madre de la cama y la guía como a un perrito faldero hasta el jardín para dejarla cavar. Mientras madre cava a cuatro patas, nuestro hermanito baila y canta, y salta por encima de ella, cuando no la anima a que cave con más fuerza, por que cuando ríe ni mis hermanas ni yo nos atrevemos a interrumpirle, mas que desde nuestras ventanas.

Encerradas cada una en su habitación y desde las ventanas nuestras hermanas y yo vimos crecer a nuestro hermanito y como era de esperar se buscó un trabajo que disimulase su quinta extremidad, un trabajo con capa. Al terminar el bachillerato se alistó en la guardia real hasta adquirir el grado de capitán con capa. En el pueblo todo el mundo le saludaba por miedo a ser detenido. Los padres de familia le entregaban a sus hijas por no tener que mirarle a los ojos. En el pueblo hubo una gran velada de hogueras y músicas el día que aprobó las oposiciones y desde el Ministerio de Justicia lo nombraron magistrado juez. Ya nadie se atrevería a mirar bajo la toga. Y mientras repartía justicia a diestro y siniestro, crecía su fe en él, y tan alta y luminosa debía ser su fe que Roma se ha visto en la obligación de reclamarlo. Como si sólo ellos supieran con que avidez se retuercen y se empalman los rabos bajo las sotanas papales.

1 comentario:

hombredebarro dijo...

Interesante familia, el rabilargo anda suelto.