Gute Tage mein Leben.


La mujer que amo me ha regalado, por mi cumpleaños, un reloj que señala el día de mi muerte. Es para saber a qué atenerme, ha dicho. Es un Timex. En las instrucciones puede leerse que mi Timex, calcula la fecha de mi muerte basándose en factores de salud, tales como la nutrición, el descanso, el sueño, el estrés, los whiskys, el gorgonzola… Lo cuenta todo y todo lo tiene en cuenta: después con una simple fórmula de suma y resta te indica, permanentemente, cuanto tiempo de vida te queda. De no amar a una mujer, tendría que preguntarme qué clase de persona compraría un reloj como este.

A mis amigos les gusta mirar mi Timex, y sé que a mis espaldas apuestan por el día que el reloj se detenga. Enséñame el Timex, me dicen los unos y los otros. Los unos nada más verlo me ponen un whisky en una mano y un puro en la otra, y se empeñan una y otra vez en llevarme de putas, “no tiene nada que ver con el amor” me dicen y así, me van convenciendo de que no todo está perdido. Los otros nada más verme el Timex se empeñan en llevarme al médico. Los otros siempre tienen un médico amigo que me atenderá inmediatamente, -no hay quien les pare-, siempre aparece alguien, estemos dónde estemos, con un estetoscopio y un tensiometro Reiner, dispuesto a mirar bajo mis párpados y a darme unos golpecitos en el pecho como quien golpea un reloj parado.

O el Midex no funciona o es extremadamente optimista, suelen decir. Les pido que no se lo digan a la mujer que amo. Los otros me dicen que son mis amigos y que no se lo dirán pero, me cambian el whisky por agua con gas, el gorgonzola por la ensalada y me restringen hasta el vinagre.

Así me acuerdo de los unos y de las madres de los otros mientras regreso a casa con el valor lleno de gases.
¿Has ganado un día? Me pregunta la mujer que amo. Si pudiera engañarla no tendría un Timex.

No hay quien retrase este reloj.

Ni siquiera yo…dice ella.

Ni siquiera yo…digo yo.

Lo que ocurre después no lo cuento ni a los unos ni a los otros. Mi Timex se muestra optimista y a la mañana siguiente a la mujer que amo le gusta registrarlo en su diario. Ultima anotación. Martes 03:47 de la madrugada: Once años, once días, once horas y cero minutos. Martes 11:47 de la mañana: Once años, once días, once horas y once minutos.






5 comentarios:

Anónimo dijo...

El amor es lo que es.

Clementine dijo...

A sabiendas de lo que puede llegar a condicionar mi vida, sí me gustaría saber cuándo voy a morir.

No me resulta macabro y sí un regalo, tener la posibilidad de despedirme de la gente que quiero, viajar a países que tenía pensado visitar en años… No soporto la incertidumbre muy a mi pesar :(

Anónimo dijo...

Me aterran la enfermedad y la muerte. O sea, lo desconocido. Pavor. Desasosiego. Perdido en la lluvia y falto de equilibrio. No, no podría llevar esa información en mi muñeca.
Soy una de esas personas que cree que las dos palabras más bonitas de nuestro idioma no son 'te quiero' sino 'es benigno'.
¿Y si se le terminan las pilas al reloj? Si fuera a cuerda..¿y si se te olvida darle cuerda? Oh, dios mío, qué miedo... que venga el médico!

George

Anónimo dijo...

¿Once años?
¿Tanto?
Uf, qué pereza.
Abrazos,
Salud,
M

ROSA ALIAGA dijo...

será por eso por lo que no me duran los novios, porque nunca he tenido reloj.
Me ha encantado!!