Bereits gibt es keinen derjenige, der mich in einer Fußgängerüberfahrt hindert


Me has devuelto la vida, dice una señora cualquiera en la cola de cualquier supermercado. Pero esta vez hay una diferencia. El topo gigante había pagado tantas cuotas que conocía más de un camino que nos haría llorar sin salir de la primera frase. Pero, el topo gigante ya no cree en Baudelaire. He dejado de pagar la cuota.

La enfermera dice que han tenido una urgencia, que lo tiene apuntado, pero ha visto la cara del topo gigante y va tras de él. Ya es tarde, la enfermera lo sabe pero, va tras el. ¿Dónde está Balzac cuando más se le necesita? Él si que sabría decirle lo que el topo gigante quisiera decirle con las palabras exactas con las que le gustaría decírselo. Aunque el topo gigante ha dejado de creer en lo preciso, para qué…si nunca será ingeniero, médico, ni arquitecto, por mucho que una tos u otra pandemia lo detenga ante un edificio cualesquiera, o en medio de cualquier puente, y por mucho que no le quede otra que pararse, toser, volver a respirar y a decir: -Que lindo es este edificio o, ¿Te das cuenta de que si damos media vuelta hacemos de este puente un espigón? De qué nos sirve Balzac si nunca está cuando se le necesita. Él sólo aparece en los ratitos de placer. Al topo gigante no le importa. No piensa pagar ni una cuota más

Doce soles como doce membrillos para el que los quiera verse pudrir.


No piensa volver a pagar. Prefiere el whisky.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

cuanto antes, con un par de hielos.

Anónimo dijo...

Entre la foto maravillosa y la abjuración de Baudelaire no se con qué me quedo.
Con lo bonito que sería poder pasear enfermo por Valseca.
Salud,
M