Perdición

Dos responsabilidades guían todas mis acciones. La alegría es la primera y, sin duda la más importante. No hay cabreo que no me la recuerde. La segunda es la responsabilidad de no beber mucho por las noches. No tanto, al menos, como para que a las doce del mediodía del día siguiente, lo más deseable del mundo no sea una cerveza bien fresquita.
Pero hay días…

Hay días en los que sería imposible aguaitar hasta las doce. A las doce tenía cita con los poetas. Los poetas están enfadados con los poetas. Los hay de todo tipo: los hay en grupo, los hay en misantropía, y en todas las categorías que van desde los unos hasta los otros, pero todos, irreductiblemente todos, están enfados con todos. Parece que nunca hubieran leído a Stevenson.

A las doce había un editor, un bombero, una bedel, un transportista, un empresario, una camarera, un ministro de cultura, una trotaministerios, y aunque parezca un chiste, era una reunión de poetas.
La reunión comenzó hablando de los ausentes, de los poetas ausentes, se entiende. No había -entre los ausentes- uno bueno y, desde luego, ninguno merecía el título de poeta que ellos –los presentes- con tanto esfuerzo se habían ganado.
Qué bien saber que estoy entre los elegidos, pensé.
-¿Una cañita?-Sugerí.
Cañitas para todos.

En la comida, uno que se limpiaba las manos después de cada gamba dijo que, la poesía de no recuerdo quién estaba escrita con los dedos sucios de marisco. Uno que odiaba los mondadientes dijo de otro que era un palillero, el que barría bajo la alfombra dijo que odiaba la poesía escrita con recogedor, yla que reivindicaba los tangas habló fatal contra una poeta de bragas altas..., y así hasta los postres.

Y yo que, como cualquier persona normal, como las gambas con los dedos y me los chupo hasta que me traen las toallitas de limón, que no sabría decir nada a favor ni en contra de los palillos, y que a veces barro para afuera y otras bajo la alfombra, y que creo que si un culo te gusta, te gusta con tanga y te gusta con bragas ortopédicas, no podía hacer otra cosa que beber y beber…

Poco antes de tomar la última copa con los poetas supe que bebería toda la noche y a modo de apertura comprensiva, con una claridad prístina, como un don venido del cielo, o de un lugar de mayor claridad llegué a la certeza de que la cerveza más fresquita se encuentra tras una noche sin descanso.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Eran alemanes los poetas? ¿qué tiene que ver este blog con el holocausto?

Anónimo dijo...

"Nací en 1813, en aquel año de desastres financieros en que tantos billetes de banco fueron puestos en circulación. Mi existencia podría compararse con uno de ellos" (Kierkegaard dixit).

PD: La bedel ¿Me la va a presentar?

Anónimo dijo...

Los poetas lo ven todo diferente, pero siempre del mismo color. Y los culos -mejor siempre sin bragas-, con. Ellos, que miden el verso, o las palabras, o cuentan el número de cabezas de gamba en el plato, prefieren obviar el sagrado deber de la alegría. Se inclinan por el dolor.
G.

Anónimo dijo...

Los poetas, salvo excepciones, son todos unos pesados.
Salud,
m.