Viernes


El viernes llegué temprano a trabajar con la estúpida idea de hacer dos cositas y regresar pronto a casa. El teléfono no dejaba de sonar y no tenía tiempo ni para poner una coma. La mejor llamada fue la de Marta. Marta me preguntó si conocía a alguien capaz de partirle las piernas a un ciego. Marta está cansada de trabajos esporádicos, una cosa es que los hombres entren y salgan, y otra que no encuentre curro fijo. Le digo que es demasiado profesional para este mundo, que el mundo funciona con becarios, y lo digo en serio pero, ella se ríe. Le pregunto ¿a ti en que te gustaría trabajar? Yo tengo un don, dice. Puedo coger cualquier poema, desde Homero hasta Elena Medel y convertirlos en sexo. Puedo cambiarles el sentido, y sin cambiarles siquiera la rima. Puedo hacerlo en latín, en griego, inglés, francés, italiano, catalán, y si me ayudas hasta en euskera. Es un don. Lo tengo desde siempre. ¿Conoces a alguien a quién le pueda interesar?
Déjame que lo piense, Marta. Preguntaré por ahí.

Los viernes cerramos la oficina a las dos.
A las tres seguía en mi despacho y las dos cositas que tenía pendiente las estaba metiendo en la mochila para hacerlas en casa durante el fin de semana. Una cañita y a casa, pensé cuando Guille golpeó el escaparate.
-¿se puede?
-Pues claro..

Guille que es sin duda un joven con muchas virtudes, posee una que yo admiro muy especialmente, y es que le da igual que sea vino, vermú, o whisky y tampoco suele parecerle ningún problema que sean las 8 de la mañana o las 3 de la tarde.
Apagué el teléfono y abrimos una botella de Bushmills. Guille está harto de trabajos eventuales. Antes me importaba menos, era como las chicas, vienen y van pero ya llevo 8 meses con Bea y necesito un curro estable, aunque sea de media jornada. Guille es un lector profesional. Hoy ha ido a cobrar un curro pendiente, ni el talón ni el director de la editorial estaban en la oficina.
Le han regalado un libro.

Dos horas, una botella y paquete y medio después vino a recogerle su chica.
Algo le preguntó.
-No, no estoy borracho, dijo Guille.

Nos fuimos a tomar unas cañitas al Santi.

Cuando encendí el móvil tenía 14 llamadas pérdidas de Gonzalo. Gonzalo es 10 años más joven que yo, trabaja en el museo del traje y tiene dos discos editados: Uno de hip-hop y otro de música electrónica. Ahora tiene un nuevo proyecto. Yo ya soy demasiado viejo para meterme en un grupo de rock´n´roll, pero de cuando en cuando se pasa por el Hotel, me enseña sus nuevas composiciones y yo me limito a escribirle y a hacer la línea de bajo.

Gonzalo tenía que grabar un tema, había conseguido un estudio de grabación y tenía que ser esa misma tarde. Necesitaba un bajista y no se le dice que no a un amigote. No, si se puede.

Eran casi las seis le dije que me recogiera en casa a las ocho. Me preguntó si recordaba un tema titulado “Oposiciones”.
A un amigo no se le dice que no. No, si se puede.
Sabía que en casa tenía un cd con el tema en alguna parte.

Cogí un taxi a casa. La mujer que amo estaba dormida. Tarde casi una hora en encontrar el cd. Todavía estaba un poco borracho pero me quedaba una hora. Una duchita de agua fría y saco el tema pensé.

Me duché, me cambié de calzoncillos, me puse un whiskito y cuando estaba sacando el bajo de la funda vi a Gonzalo aparcando el coche frente a casa. Eran las siete y cuarto.
-¿Tienes el cd?
-Lo tengo
-Cógelo y lo escuchamos en el coche, he buscado más de una hora en casa y no he encontrado mi grabación.
Le digo que quería revisar un poco el tema antes de ir a grabarlo.
-Ponlo si quieres pero llegamos tarde.

Pongo el disco. Mientras me pongo los pantalones, me tomo un par de whiskies, meto seis latas de cerveza en la mochila, escucho el tema, y me calzo, intento sacar la línea de bajo. No hay manera. Gonzalo ya esta en el coche.
-No olvides el cd.

La mujer que amo sigue dormida, le digo que me voy con Gonzalo al Jarama a grabar un tema. Me mira como si no me conociera, me da un besito, me desea buena suerte y vuelve a cerrar los ojos.

De camino al Jarama por la M40, Gonzalo me cuenta del baterista. Hace años que no lo ve, son amigos desde el colegio, es bueno de cojones, es profesor de batería. Estupendo, pienso. Intento concentrarme en el tema, pero no reconozco ni uno de los acordes. Gonzalo hace rock´n´roll con acordes de clásica. No entiendo nada. Me tomo otra cerveza. Llegamos.

El batería ya está allí. Es más alto que yo, tiene mucho más pelo que yo, un bigote del siglo pasado y entiende perfectamente las instrucciones que le da Gonzalo.
Entramos y a grabar. Mientras grababan la batería conseguí diez minutos para escribir la línea del bajo. Hay una nota disonante en el cuarto acorde de la estrofa pero no se nota mucho, creo. Puedes escucharlo aquí.

Gonzalo me dejó en casa a eso de la una de la madrugada. Me dolían los pies, estaba cansado, algo borracho, sudado, y todavía no había empezado a trabajar.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Y luego encima, hay que sacar a los perros.

(Si es que no puede ser)

Anónimo dijo...

Creo que me sucede como a tu amigo: yo trato de poner a mi vida acordes de música clásica (ay, el arpa), pero llega ella de NY y siempre suenan los del blues. Ya lo dijo aquel: haciendo una batalla de lo que debería ser un vals...

G.

Anónimo dijo...

Un minué, quería decir.

G.

Anónimo dijo...

Nada como un instante de vida cotidiana para comprender que vamos demasiado rápido. Recuerdo cuando llegó el AVE a Sevilla: ¿para qué queremos llegar tan rápido si los bares no han abierto?
En fin, cosas que pasan, como el vals, las nubes y los acordes...
Salud desde el AVE.