De menuda me libré

De menuda me libré.

Había una gotita de sangre en cada escalón, camino de su cuarto. Rueca, pensé, y busqué una rueca. Sé que son como una bicicleta panza arriba, que tienen un pedal y una delicada aguja que pincha con solo rozarla, pero no había ruecas, solo había libros. Libros de poesía. Sólo de poesía. Pensé en marcharme corriendo pero era bonita como una de esas cosas que no importa cuanto cuesten.
Además había una gotita de sangre en cada escalón de camino a su cuarto.

No había más sangre en su cuarto, había libros, más libros, de poesía, más poesía, pero se estaba quitando el jersey, y además de los libros estaba desnuda su espalda.


-Voy a ponerme cómoda. Si quieres un whisky hay coñac en la nevera.-dijo, antes de cerrar la puerta del baño.

Había una neverita junto a la cama, no conocía ninguna de las botellas. Parecía una botella de coñac, pero la etiqueta era roja y estaba en cirílico. Lo probé. Coñac. Había un vaso en la mesilla. Lo olí. Coñac. No te la bebas entera, pensé.

Bajo el vaso había un libro. Poemas de William Faulkner. Lo abrí. En cada poema y en una extraña progresión aritmética que no conseguí descifrar, había palabras tachadas a boli y a conciencia. No había un solo poema que hubiera soportado su corrección. Tachaba a conciencia, supongo que aquellas palabras que a su parecer no deberían estar allí. Y tan incapaz me sentía de descubrir cual había sido cada palabra tachada como de descifrar la misteriosa progresión aritmética a la que obedecían. Sólo el coñac era fácil.

Bajo el libro de Faulkner había un libro del otro William. Lo abrí. Los dos habían sufrido la misma operación. Eran nuevas estas progresiones, más distanciadas, por lo tanto más complicadas de descifrar. Evitaban, supongo por lo que al sonido del verso se intuía, las rimas y las palabras que no debían complacerla. Bajo el libro de Shakespeare, había un libro de Cummings. La misma operación gobernaba la edición. Leí los poemas de E.E. No sabía como eran en su versión original pero en esta, tachonada de borrones, eran estupendos. De un largo poema no se podía leer más que estas nueve palabras. “Ni siquiera la lluvia tiene las manos tan finas”.

Había más libros en el suelo. Los abrí. Todos habían pasado por sus manos. En todos había palabras tachadas. Los libros que había en el sillón, en la silla, sobre la lámpara, bajo la mesa, bajo la silla, bajo el sillón, todos habían sido corregidos. Solo el coñac era como estar en casa.

Por la mañana los libros seguían allí, e hice lo que tenía que hacer. Entré en el baño y eché el pestillo. Llené la bañera de agua caliente, no tuve que desnudarme, me metí en el agua y me di cabezazos contra el grifo hasta que los del Samur echaron la puerta abajo. Me sacaron en camilla pero estoy seguro de haber dejado al menos una gotita de sangre en cada escalón.

La recuperación ha sido un éxito extraordinario y aunque mi frente parezca una patata, cuando me veo en el espejo, o me toco la cabeza, me digo una y otra vez. De menuda me libré. Ay, madre, si te lo pudiera contar. Si lo supieras, seguro que dejabas de llorar. Ay, madre, de menuda me libré.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

(Qu)erido e meu amigo, dicen en mi pueblo ha, curiosamente muy agrícola, que quien bien habla de la lluvia es que levantado, él solo, bueno el techado.

Anónimo dijo...

Esta combinacion contra natura de Borges (un pesado) y Carver (otro) suena muy bien en su prosa.
abrazos,
m

Anónimo dijo...

Bonita lectura. Me resuelve dudas que tenía sobre la poesía como elemento vivo.

Ya sólo me resta una: ¿es más excitante la mujer que se desnuda o la que se viste ante uno? Se lo que me digo, pero no me decido...

G.

Anónimo dijo...

La viva, G, la viva.
Abrazos,
m

Anónimo dijo...

Evidentemente, m, la viva. Pero andaba yo el otro día extraviado en esta reflexión viendo acomodarse unas medias rojas a unos muslos con la perspectiva de una espalda desnuda... Y hubo que volver a comenzarlo todo.

G.

Anónimo dijo...

Empezar, G, es siempre lo mejor.
Igual que el arranque de este post del Topo.

El topo gigante dijo...

Mi querido Masa, en su pueblo tienen mucha razón..
M, vaya, vaya, así que no me queda otra que darle las gracias, one more time
Estimado G, sin duda eso depende siempre del momento, y supongo que lo único que se puede decir a este respecto no es más que, si la ves desnudarse no te vayas antes de que se vuelva a vestir...
Anónimo, siento no estar de acuerdo si empezar es lo mejor, para qué seguir...Me gusta pensar que somos más de terminar, pero gracias en cualquier caso...

Abrazotes

The big topo