VIPS

En la página 65 de la Schott´s Original Miscellany, traducida por doña Concha Cardeñoso Sáenz de Miera, y entre La clasificación decimal de Dewey y Los Ángeles de Longfellow que, como todo el mundo sabe sospechaba que los distintos cuerpos celestes tenían regentes angelicales, Uriel para Marte, Orifel para Saturno, Rafael para el Sol, se encuentra la expresión de una pericia que bajo el epígrafe de Ascienda de Categoría no ha podido ser escrita sino por un espíritu español.

“Encárguese un sello como el del gráfico adjunto, y un tampón, y selle sus pasajes de avión de forma visible. Guarde los pasajes en un sobre cerrado y entréguelos en el mostrador de facturación con actitud de total seguridad.”






La empresa Manipapel que, es sin duda una de las más competitivas del mercado pero, seguro que cada lector dispone de tamponería propia, puede fabricarte este ingenio por el módico precio de 13,26 euros, y sin recargo adicional ninguno sobre los gastos de envío, si uno es lo bastante osado como yo, y hace un pedido de más de ciento cincuenta tampones. Es decir, de ciento cincuenta y un tampones.

Aunque las circunstancias actuales no se esfuercen en demostrarlo el éxito ha sido mucho mayor de lo previsto. No sólo he viajado en primera sin más equipaje que mi sello, una esponja de tinta en una caja de hierro, y un puñado de sobres, sino que puedo asegurar que se puede vivir sin salir de primera. La comida es buena y la bebida es gratis.
Se puede sobrevivir en primera. He dado al menos once vueltas al mundo y puedo encontrar sin dar un paso de más, un retrete, un rincón para fumar un pitillito y una taberna, en los aeropuertos de más de medio mundo.

Pero como suele ocurrir en estos casos el mundo se me quedó pequeño y regresé a mi pequeño despacho en Sánchez y Sánchez asesores. Sellé mis informes con el mismo tampón que los billetes de avión, aunque esta vez utilicé tinta roja, sin duda este color haría resaltar mis esfuerzos por ascender. Dos semanas después y, en lo que hoy considero uno de los días más afortunados de mi vida, me despidieron de la empresa. Mi querida Beatriz tampoco quiso comprenderme, y no tuve que subir los dos pisos para despedirme la tarde en la que encontré mi maleta bajo su ventana. Dentro estaban mis ciento cincuenta y un tampones, las cajas de tinta y un paquete de sobres. Mis sobres. Con esto os volveré a conquistar, pensé.

Desde entonces trabajo en una céntrica estación del metro, entre la Real Academia de la Lengua y el Banco de España. Mis clientes llevan trajes caros y son generosos con las propinas. Sello sus tickets de restaurantes, sus tickets de aparcamiento, sus billetes de avión y sus billetes del AVE, he sellado invitaciones a bodas, bautizos, comuniones y sepelios, entradas de fútbol, de conciertos de rock y de música sinfónica, he sellado zarzuelas, teatros, conferencias, presentaciones y alguna que otra recomendación.
Parece que a Ellos les funciona.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero ¿qué ponía en el sello?

Salud

A

Anónimo dijo...

Lo importante no es lo que pone en el sello, lo sabemos, sino lo que pensamos en el instante -ese ruido fascinante- en el que choca el sello contra el papel. Deseos fascinantes.

¿Me prestaría uno de sus sellos para cumplimentar mi orden de ingreso en prisión?

J.

Anónimo dijo...

Es usted un fiera.

Anónimo dijo...

Esto de que a ellos les funcione me hace sospechar que a nosotros no.
Salud,
m

Anónimo dijo...

A ustedes yo creo que no les funciona, no. Pero para eso han visto mundo.